A comienzos de año, en las paginas del diario El País, Manuel Jabois entrevistaba a Michel (https://elpais.com/deportes/2022-01-18/cuando-me-fui-del-campo-en-pleno-partido-senti-lo-que-sentire-cuando-muera-estoy-en-paz.html). Entre los recuerdos de su “espantada” del Bernabéu (https://soymadridista.com/2018/09/22/la-espantada-de-michel/) y sus inicios en el club, el periodista cambia de tercio para preguntarle sobre un escritor:
- Tuvo de vecino a Francisco Umbral.
- Desde 1994 hasta 2007, cuando murió. Y no me devolvió nunca el saludo. ¡Nunca! [se parte de risa] Pero un día nos encontramos en casa de un amigo común, se me quedó mirando y dijo con esa voz suya: “Tú eres el vecino futbolista”. Nada más. Seguimos viviendo al lado de María España, su viuda, una mujer maravillosa.
No se exactamente la relación que pudo tener el escritor con el futbol. Y mas en concretamente con el Real Madrid. Pero al hilo de esta curiosa anécdota recordé una columna que años ha, cuando aquel colaboraba con la revista Interviú, publicó en sus paginas. Dentro de una serie de artículos denominados “Los cuerpos gloriosos”, y que años mas tarde repetiría en las paginas del diario El Mundo, glosaba la figura de determinadas personas. En mayo de 1985 la columna tuvo un cambio. En lugar de una persona paso a hablar de once. Concretamente sobre el equipo del Real Madrid, que en esas fechas ya era campeón de Liga, con un equipo que rompió un lustro sin éxitos ligueros, y estaba en vistas de ser campeón europeo. Dejemos que las palabras de Umbral vuelvan a lucir en este panegírico que dedico al equipo blanco.
Los cuerpos gloriosos, hoy, son once en lugar de uno. Los once campeones del Real Madrid, más los reservas que se quedan en la grada. Al margen de victorias y de UEFAS, Molowny y Mendoza han conseguido hoy un equipo que está entre los primeros de Europa y que, sobre todo, está a la altura de sí mismo. A la altura del Real Madrid que fue. Gordillo, Gallego, Hugo Sánchez, Butragueño, Santillana, Valdano, todos, parece que se han ensamblado en una armonía blanca y morada con la violencia inteligente de los mejores tiempos. El Real Madrid, durante el anterior Régimen, que aquello sí que era un Régimen, hubo de soportar el emblematismo dudoso de ser representativo de una oligocracia mafiosa, invicta y señorita. Uno, que vive cerca del Bemabéu, ha visto siempre cómo la multitud gremial de Cuatro Caminos, ciudad sagrada del socialismo, cómo el sindicalismo sumergido de Tetuan de las Victorias acudía al estadio, desde las bocas del metro (una masa caliente aún de ferrocarril subterráneo), para ver ganar o perder a su Madrid.
Otra cosa era el minué de la tribuna, donde se alternaba incluso con caudillos y caudillas, pero aquellos millones de taxistas y tapiceros iban a ver buen fútbol, por pasión estética, y, naturalmente, a ver ganar al Real Madrid, por pasión ética, que ya dice Rubert de Ventos, el filósofo amigo, que la ética no es sino un conjunto de normas utilitarias. El Madrid era y es ético porque es práctico, porque es fáctico, porque es bueno. ¿Bueno para qué? Para ganar partidos y campeonatos. Siempre nos pareció facilona y blandulona la especie de que la gente, cuando entonces, iba al fútbol porque la dictadura les había drogado de Real Madrid. ¿Y ahora? No. El personal participa numerosamente en las convocatorias políticas, pero sigue yendo al fútbol varias veces por semana, y no al fútbol como sustitutivo de la política, sino como estilización de sus vidas, como depuración de sus informuladas estéticas. Siempre lo sospeché: el fútbol, que se nos presentaba como una épica (vicaria), era realmente una lírica.
La gente que no se estiliza con Visconti o Nabokov, se estiliza con la elegancia agresiva del fútbol, con la intelectualización del músculo, con la complejización ajedrecística de un juego angloario que, en principio, parece basado exclusivamente en la patada. La suma de toda multitud nos da un poeta, y ese poeta necesita exaltarse con la metáfora de un político o con un gol de Butragueño. He hecho un reciente viaje con el legendario Helenio Herrera, y le he recordado que yo viví, en los tontos y lluviosos cincuenta, siempre cantando bajo la lluvia, el Real Valladolid de HH. Helenio, aparte de un dandy de otro tiempo, es un intelectual del fútbol, el primero que cerebralizó este deporte en España, deporte que, antes de él, sólo era "furia española" y patadón de Zarra. Esa intelectualización de un juego pedestre, y no sólo literalmente, es algo que ha ido a mayores. El fútbol, hoy, es un ajedrez dinámico. Y el fútbol del Real Madrid, tan brillante últimamente, no es sino la estilización, la poetización de la agresividad, la fuerza y la locuacidad de las masas. Once cuerpos gloriosos expresan, más que la épica del marcador, la lírica de las inmensas extensiones de la gente, que se ahúsa y depura (salvo algún botellazo que otro) en el recital de danza y mente que es una actuación del Madrid.
(Revista Interviú 14-05-1986)
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